sábado, 29 de junio de 2019

Cuento 15: Las campanas del templo







LAS CAMPANAS DEL TEMPLO

El templo había estado sobre una isla, dos millas mar adentro. Tenía un millar de campanas. Grandes y pequeñas campanas, labradas por los mejores artesanos del mundo. Cuando soplaba el viento o arreciaba la tormenta, todas las campanas del templo repicaban al unísono, produciendo una sinfonía que arrebataba a cuantos la escuchaban.
Pero, al cabo de los siglos, la isla se había hundido en el mar y, con ella, el templo y sus campanas. Una antigua tradición afirmaba que las campanas seguían repicando sin cesar y que cualquiera que escuchara atentamente podría oírlas. Movido por esta tradición, un joven recorrió miles de millas, decidido a escuchar aquellas campanas. Estuvo sentado durante días en la orilla, frente al lugar en el que en otro tiempo se había alzado el templo, y escuchó, y escuchó con toda atención. Pero lo único que oía era el ruido de las olas al romper contra la orilla. Hizo todos los esfuerzos posibles por alejar de sí el ruido de las olas, al objeto de poder oír las campanas. Pero todo fue en vano; el ruido del mar parecía inundar el universo.
 Persistió en su empeño durante semanas. Cuando le invadió el desaliento, tuvo ocasión de escuchar a los sabios de la aldea, que hablaban con unción de la leyenda de las campanas del templo y de quienes las habían oído y certificaban lo fundado de la leyenda. Su corazón ardía en llamas al escuchar aquellas palabras... para retornar al desaliento cuando, tras nuevas semanas de esfuerzo, no obtuvo ningún resultado. Por fin decidió desistir de su intento. Tal vez él no estaba destinado a ser uno de aquellos seres afortunados a quienes les era dado oír las campanas. O tal vez no fuera cierta la leyenda. Regresaría a su casa y reconocería su fracaso.
 Era su último día en el lugar y decidió acudir una última vez a su observatorio, para decir adiós al mar, al cielo, al viento y a los cocoteros. Se tendió en la arena, contemplando el cielo y escuchando el sonido del mar. Aquel día no opuso resistencia a dicho sonido, sino que, por el contrario, se entregó a él y descubrió que el bramido de las olas era un sonido realmente dulce y agradable. Pronto quedó tan absorto en aquel sonido que apenas era consciente de sí mismo. Tan profundo era el silencio que producía en su corazón...
 ¡Y en medio de aquel silencio lo oyó! El tañido de una campanilla, seguido por el de otra, y otra, y otra... Y en seguida todas y cada una de las mil campanas del templo repicaban en una gloriosa armonía, y su corazón se vio transportado de asombro y de alegría.

Si deseas ver a Dios, mira atentamente la creación. No la rechaces: no reflexiones sobre ella. Simplemente, mírala.




sábado, 22 de junio de 2019

Ejercicio 12: Repitiendo una palabra o frase: el mantra

Ejercicio 12
Repitiendo una palabra o frase: el Mantra






Hay personas que tienen mucha facilidad para visualizar, y otras que son más de escuchar, y otras más de sentir.

Este ejercicio hacen más referencia a los elementos auditivos, y se sentirán más cómodos aquellos que tienden más a “decirse” las cosas que no a “verlas” o “sentirlas”, aunque es un ejercicio recomendable para todos.

En la mayoría de tradiciones religiosas encontramos la práctica de la repetición  de una palabra o frase (mantra, término hindú cada más de patrimonio común) como medio poderoso de control del pensamiento y de focalización de la atención en una palabra o frase que nos remite a lo Esencial.

El proceso de repetición de una palabra i frase suele seguir tres etapas:

1) Comienza en la lengua, en ser repetida verbalmente.

2) Se va interiorizando, pasando hacia el pensamiento, sin necesidad de pronunciarla oralmente.

3) para acabar interiorizada en el corazón, o centro del yo personal, donde la palabra o frase deja ya de ser un concepto o un significado para convertirse en una Realidad en la que el “pequeño yo” se pierde, como la Muñeca de sal en el Océano.

“¿Y qué mantra repito?”. Depende de cada cual. Es importante que el mantra sea significativo para ti. Por ejemplo, si habitualmente te relacionas con el Absoluto como un Dios personal, puedes repetir el Nombre que utilizas para invocarlo, bien a Él, bien a las mediaciones que te llevan: la tradición cristiana del hesicasmo (del griego hésychia, tranquilidad, quietud), por ejemplo, repite constantemente el nombre de Jesús. O los cristianos, en general, se dirigen a Dios como Padre, o Abbà (utilizando la misma expresión que usaba Jesús).

En cambio, si tienes más dificultades para creer y relacionarte con un Dios Personal que con el Ser de todo, o simplemente, con tu Yo más profundo, es preferible que utilices una expresión que haga referencia a eso último que no otra que suponga una confrontación con tus creencias, como, por ejemplo, “Amor”…, “Luz”…, “Vida”… “Yo soy”…, “Yo”…

Puedes, finalmente, combinar dos o más palabras que te inspiren un solo mantra, como por ejemplo: “Yo soy amor…”, “Yo soy Luz…”, “Dios-Amor…”, etc.

Durante los primeros días, puedes darte un cierto margen para ir probando más de un mantra, pero una vez hayas escogido uno, conviene no cambiarlo durante un buen tiempo, porque buena parte de su eficacia radica en la asociación inconsciente espontánea que vamos estableciendo entre la palabra y la apertura interior de consciencia a La Realidad que significa, de modo que el recuerdo de la primera (la palabra) suscita espontáneamente la vivencia de la segunda (la Realidad).

Una de las ventajas de la repetición del mantra es que no es necesario limitarla a los ratos de meditación explícita, sino que se puede ir repitiendo en muchos momentos del día en los que la mente no está especialmente ocupada y tendería a divagar, como cuando haces algún trabajo manual o caminas o conduces o esperas en la cola, etc. De este modo vas favoreciendo lo que los maestros llaman “el cuidado del pensamiento”, que es un elemento básico para ir haciendo un proceso interior serio.

Al repetir el mantra dirigimos el pensamiento hacia la Realidad y, en la medida en que hemos ido aprendiendo a unir el pensamiento que pronuncia el mantra con el “lugar del corazón” (lo que los maestros llaman “bajar la mente al corazón”), la mera evocación del mantra nos abre el corazón y nos despierta al Esencial.

Pasamos ya a describir en qué consiste esta práctica:

Estás ya sentado tranquilamente, habiendo tomado consciencia de tu cuerpo…
Permaneces ahora unos minutos atento a la respiración, suave, reposada… inspirando… expirando… inspirando… expirando…

Esta atención a la respiración la vas focalizando en el “lugar del corazón” (el corazón de la derecha). Y desde aquí sientes cómo inspiras… expiras…, etc.

Ahora comienzas a pronunciar interiormente tu mantra escogido, al ritmo de la respiración: si consta de una sola palabra, puedes pronunciarla cuando expires; si consta de dos o más, puedes repetirlo entre la inspiración y la expiración. Más que una actividad mental tensa, se trata de hacer como si el mantra se pronunciara a sí mismo y tú simplemente lo dejas resonar en el interior, a pesar de ser consciente.

El último paso es “bajar la mente al corazón”, que consiste en hacer como si el mantra lo pronunciaras con el corazón. No se trata ya tanto de pronunciar el mantra como de vivirlo. De modo que si sientes que el pensamiento se queda más y más quieto y entras en Silencio, en la simple consciencia de ser Aquello que invocas o pronuncias, todavía mejor,  porque esta es la finalidad de todo el proceso previo.

La experiencia común de quienes practican habitualmente este tipo de meditación u oración es que ayuda mucho a ir adquiriendo la consciencia constante de nuestra última Realidad, y nos mantiene despiertos a esta Realidad, presente en todo lugar y en todo momento: como si nos convirtiéramos en el Testimonio silencioso y eterno de nuestra –y de toda- realidad creada.





RECUERDA: periódicamente, voy presentando nuevos ejercicios en la Página Principal del blog. Paralelamente, y para tenerlos disponibles juntos, los voy dejando en la página DESPIERTO Y ATENTO.






sábado, 15 de junio de 2019

Stop 16







“Dios es el silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio”.

sábado, 8 de junio de 2019

Silencio








El silencio
no es una pregunta:
¿por qué
no te manifiestas a mí?

Ni una técnica
de coerción:
¡manifiéstate a mí!

El silencio
es una respuesta:
Tú te has manifestado
a mí.

Me desbordas,
me superas,
me sorprendes,
me inquietas.

Me envuelves,
me llenas,
me vacías,
me inundas.

Me fecundas,
me naces,
me mueres.

Me hablas,
me enmudeces.

Me callo.

No hay palabras,
no hay imágenes,
no hay pensamiento,
no hay símbolo.

Ya sólo
aguarda el silencio.

El silencio…
es respuesta,
no pregunta.
                            Daniel




sábado, 1 de junio de 2019

Cuento 14: La santidad en el instante presente






















LA SANTIDAD EN EL INSTANTE PRESENTE

Le preguntaron en cierta ocasión a Buda:
«¿Quién es un hombre santo?».

Y Buda respondió: «Cada hora se divide en cierto número de segundos, y cada segundo en cierto número de fracciones. El santo es en realidad el que es capaz de estar totalmente presente en cada fracción de «segundo».

El guerrero japonés fue apresado
por sus enemigos y encerrado en un calabozo.
Aquella noche no podía conciliar el sueño,
porque estaba convencido de que a la mañana siguiente
habrían de torturarle cruelmente.
Entonces recordó las palabras de su Maestro Zen:

«El mañana no es real. La única realidad es el presente».
De modo que volvió al presente... y se quedó dormido.

El hombre en el que el futuro ha perdido su influencia se parece a los pájaros del cielo y a los lirios del campo. Fuera preocupaciones por el mañana. Vivir totalmente en el presente: he ahí al hombre santo.