Good News
Martes, 1 de Septiembre
Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los
sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque
hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió
sin hacerle daño. Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da
órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.»
Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.
Miércoles, 2 de Septiembre
Lucas 4,
38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo
por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella,
levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían
enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre
cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el
Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era
el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el
reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Jueves, 3 de Septiembre
Lucas 5,
1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la
palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que
estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando
las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un
poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las
redes para pescar.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que
reventaba la red.
Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con
él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Viernes, 4 de Septiembre
Lucas 5,
33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los
discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en
cambio, los tuyos, a comer y a beber.»
Jesús les contestó: «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el
novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»
Y añadió esta parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para
ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega
al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta
los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el
añejo."»
Sábado, 5 de Septiembre
Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban
espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les
preguntaron:
«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus
hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados,
que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»
Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Domingo, 6 de Septiembre
Mateo 18,
15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca,
repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si
no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado
por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y
si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un
publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os
aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Lunes, 7 de Septiembre
Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre
que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al
acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
«Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en
sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el
brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y
discutían qué había que hacer con Jesús.
Martes, 8 de Septiembre
Lucas 6, 12-19
En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando
a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y
los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano,
Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado
el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó
del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y
de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados
por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque
salta de él una fuerza que los curaba a todos.
Miércoles, 9 de Septiembre
Lucas 6, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les
dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los
que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora
lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían
vuestros padres con los falsos profetas.»
Jueves, 10 de Septiembre
Lucas 6,
27-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os
digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a
los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una
mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica.
A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los
demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman,
¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis
bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo
hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También
los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad
a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran
premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y
desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y
no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada,
remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Viernes, 11 de Septiembre
Lucas 6,
39-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede
un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es
más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su
maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no
reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
"Hermano, déjame que te saque la mota del ojo," sin fijarte en la
viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y
entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Sábado, 12 de Septiembre
Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol sano que dé
fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su
fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de
los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y
el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo
habla la boca.
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor" y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose.»
Domingo, 13 de Septiembre
Mateo
18, 21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi
hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta
veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey
que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le
presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el
señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus
posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba
diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo
lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al
salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien
denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
"Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus
pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a
su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo
malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú
también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y
el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de
corazón a su hermano.»
Lunes, 14 de Septiembre
Lucas 7,
1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en
Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien
estimaba mucho.
Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para
rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban
encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos
ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión
le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para
que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente.
Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo
disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y
va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y
lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía,
dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa,
los enviados encontraron al siervo sano.
Martes, 15 de Septiembre
Lucas 7,
11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su
madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha
surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se
divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Miércoles, 16 de Septiembre
Lucas 7,
31-35
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta
generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la
plaza, que gritan a otros: "Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos
lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía,
y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y
decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y
pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la
razón.»
Jueves, 17 de Septiembre
Lucas 7,
36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él.
Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la
ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo,
vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando,
se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos,
los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera
profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una
pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía
quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los
perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo
entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha
lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me
besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú
no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies
con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene
mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que
hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Viernes, 18 de Septiembre
Lucas 8,
1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en
pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y
algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la
Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente
de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Sábado, 19 de Septiembre
Lucas 8,
4-15
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los
pueblos, otros se iban añadiendo.
Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su
semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros
se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de
humedad.
Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo
ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por
uno.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos
del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y
oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la
palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego
viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se
salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la
palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen,
pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que
escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van
ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble
y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»
Domingo, 20 de Septiembre
Mateo
20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de
los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
jornaleros para su viña.
Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la
viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin
trabajo, y les dijo:
"Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos
fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al
caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que
estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos
ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros."
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando
llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también
recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
"Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a
nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a
uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en
un denario? Toma lo tuyo y vete.
Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad
para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo
soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los
últimos.»
Lunes, 21 de Septiembre
Lucas 8, 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»
Martes, 22 de Septiembre
Lucas 8,
19-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero
con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y
tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la
palabra de Dios y la ponen por obra.»
Miércoles, 23 de Septiembre
Lucas 9,
1-6
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad
sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos,
diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero;
tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que
os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo
sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el
Evangelio y curando en todas partes.
Jueves, 24 de Septiembre
Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía
a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había
aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos
profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien
oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús.
Viernes, 25 de Septiembre
Lucas 9,
18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos,
les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros
dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo
del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Sábado, 26 de Septiembre
Lucas 9,
43b-45
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús
dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo
van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no
cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Domingo, 27 de Septiembre
Mateo
21, 28-132
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le
dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No
quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo
mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos
hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os
llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no
recapacitasteis ni le creísteis.»
Lunes, 28 de Septiembre
Lucas 69
46-50
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más
importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a
su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el
que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el
más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba
demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido
impedir.»
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros
está a favor vuestro.»
Martes, 29 de Septiembre
Lucas 9,
51-56
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó
la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino,
entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo
recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor,
¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Miércoles, 30 de Septiembre
Lucas 9,
57-62
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo
uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido,
pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi
familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no
vale para el reino de Dios.»
Jueves, 31 de Septiembre
Lucas
10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por
delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al
dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os
mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni
sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en
una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de
paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en
la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su
salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben
bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid:
"Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un
pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de
vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre
vosotros.
De todos modos, sabed que
está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero
para Sodoma que para ese pueblo.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario