“Si quieres conocer a Dios, aprende primero a conocerte a ti
mismo”
Evagrio Póntico, s. IV
Sin
autoconocimiento no puede haber conocimiento de Dios. Si no nos conocemos a
nosotros mismos, proyectaremos en Dios nuestros deseos infantiles, pero nunca
conoceremos al Dios verdadero.
Cuanto
más encuentre a Dios, tanto más confrontado estaré también conmigo mismo. Y
cuanto más me conozca a mí mismo, tanto más sentiré que hay en mí un profundo
deseo de Dios que pretende ser saciado.
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