sábado, 15 de septiembre de 2018

Thomas Keating: Cinco tipos de pensamientos

Thomas Keating

Cinco tipos de pensamientos



Muy variados son los pensamientos que pueden aparecer en el nivel consciente cuando comenzamos a relajar la mente en una sesión de meditación. Se sugieren deferentes formas de responder a cada tipo de pensamiento.
1.     Las divagaciones de la imaginación. Los pensamientos más obvios son los superficiales, productos de la imaginación que está siguiendo su propensión natural al movimiento perpetuo. Es importante aceptarlos simplemente como son y no prestarles una atención que no merecen. Podrían compararse estos pensamientos con el ruido de la calle que entra por la ventana de un apartamento en donde dos personas están tratando de mantener una conversación. Su mutua atención está firmemente dirigida hacia la otra persona, a pesar de que no pueden evitar oír el ruido de la calle. La única actitud razonable en este caso es soportar el ruido y prestarle menor atención posible.

2.     Pensamientos que conllevan un atractivo emocional. El segundo tipo de pensamientos es cuando, usando el ejemplo anterior, nos interesamos en algo que esté sucediendo en la calle. Se forma un tumulto en ella y atrae nuestra curiosidad. La forma de regresar a darle a Dios la atención amorosa y total que le estábamos dando antes del evento, es retornando a la palabra sagrada o mantra. Es importante no alterarse por estos pensamientos, tan interesantes que lo han distraído a uno. Cualquier reacción negativa es otro pensamiento, y nos alejará aún más del silencio interior que es el objetivo primordial de la meditación en quietud y silenciamiento.

3.     Discernimientos y descubrimientos psicológicos. Hay un tercer tipo de pensamientos que surge cuando nos sumergimos en una profunda paz y silencio interior. Algo así como un discernimiento de una verdad teológica o un maravilloso descubrimiento psicológico aparece, como un cebo apetitoso, y se mece delante del ojo de nuestra mente y pensamos: “¡Tengo que tomarme un minuto para estar seguro de que capto esta fantástica revelación!”. Si este pensamiento te captura por un lapso de tiempo lo suficientemente largo como para fijarlo en tu memoria, habrás dejado atrás las refrescantes aguas del silencio interior. Cualquier pensamiento deliberado te saca de ellas.


La meditación requiere una negación de aquello a lo cual estamos más apegados, a saber, nuestros propios pensamientos o sentimientos más ocultos, y su fuente, que es el “Falso Yo”.

Esta forma de ascetismo se encamina hacia las raíces de nuestro apego a los programas emocionales del “Falso Yo”. Es una manera concienzuda y encantadora de autonegación, que no necesita ser aflictiva para ser efectiva.

4.     Autorreflexión. Cuando te acomodas en una profunda paz y te liberas de ciertos pensamientos, puede que surja un deseo de reflexionar en lo que está sucediendo. Puede que pienses: “¡Por fin estoy llegando a algún lado!”, o “¡Lo que siento es sencillamente maravilloso!”, o “¡Si tan solo pudiese hacer una nota mental de cómo llegué aquí para poder regresar cuando quiera!”. Estos son ejemplos de la cuarta clase de pensamientos. Lo que se te está presentando es que elijas entre reflexionar en lo que está sucediendo y dejar pasar la experiencia sin prestarle mucha atención. Si haces esto último, avanzarás a un silencio interior más profundo. Si reflexionas, sales y tendrás que comenzar de nuevo. Ya verás como vas a estar “comenzando de nuevo” a menudo.

La reflexión es dar un paso atrás en la experiencia. Es una fotografía de la realidad. Tan pronto comienzas a reflexionar sobre una experiencia, ésta ha concluido. El reflexionar sobre un gozo es un intento de posesionarse de él, y enseguida se escapa. La tendencia a reflexionar es una de las cosas más difíciles de manejar en la meditación. Queremos saborear ese momento de gozo puro, experiencia pura, conciencia pura. Sentimos el deseo de reflexionar sobre los momentos de profunda paz y unión con el fin de recordar cómo llegamos allí y por lo tanto, cómo regresar allí. Pero si eres capaz de dejar ir esta tentación y retornas a la palabra sagrada, pasarás a un nuevo nivel de liberación,  a un gozo más refinado.

La presencia de Dios es como el aire que respiramos. Puedes tomar todo el que quieras, siempre y cuando no trates de tomar posesión del mismo y aferrarte a él.
La meditación es un aprendizaje en sumisión. Nos enseña a través de nuestros muchos errores a no ser posesivos sino más bien desapegados.

5.     Purificación interior. Cualquier forma de meditación u oración que trascienda el pensar, pone en marcha la dinámica de purificación interior. Esta dinámica es la escuela de terapia de Dios. Habilita al organismo para que libere tensiones profundamente arraigadas, en forma de pensamientos. Por lo general los pensamientos que resulten de esta terapia surgen sin que uno sepa por qué ni de dónde vienen. Se presentan con una cierta fuerza o carga emocional. Puede que se sienta ira intensa, tristeza o miedo que no esté relacionado con el pasado inmediato. Nuevamente aquí, la mejor solución es regresar a la palabra sagrada o mantra.

A través de este proceso, el material psicológico sin asimilar de toda una vida se evacua gradualmente, se desmantela la inversión emocional de la primera infancia en programas para obtener felicidad basados en los deseos instintivos, y el “falso yo” le va cediendo el paso al “auténtico yo”.

Una vez que comprendas el hecho de que los pensamientos no sólo son inevitables, sino que son una parte integral del proceso de curación y del crecimiento que Dios ha iniciado, serás capaz de mirarlos de forma positiva.

Adaptación: Daniel





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