Thomas
Keating
Cinco
tipos de pensamientos
Muy variados
son los pensamientos que pueden aparecer en el nivel consciente cuando
comenzamos a relajar la mente en una sesión de meditación. Se sugieren
deferentes formas de responder a cada tipo de pensamiento.
1.
Las divagaciones de la imaginación. Los
pensamientos más obvios son los superficiales, productos de la imaginación que
está siguiendo su propensión natural al movimiento perpetuo. Es importante
aceptarlos simplemente como son y no prestarles una atención que no merecen.
Podrían compararse estos pensamientos con el ruido de la calle que entra por la
ventana de un apartamento en donde dos personas están tratando de mantener una
conversación. Su mutua atención está firmemente dirigida hacia la otra
persona, a pesar de que no pueden evitar oír el ruido de la calle. La única
actitud razonable en este caso es soportar el ruido y prestarle menor atención
posible.
2.
Pensamientos que conllevan un atractivo emocional. El segundo
tipo de pensamientos es cuando, usando el ejemplo anterior, nos interesamos en
algo que esté sucediendo en la calle. Se forma un tumulto en ella y atrae
nuestra curiosidad. La forma de regresar a darle a Dios la atención amorosa y
total que le estábamos dando antes del evento, es retornando a la palabra
sagrada o mantra. Es importante no alterarse por estos pensamientos, tan
interesantes que lo han distraído a uno. Cualquier reacción negativa es otro pensamiento,
y nos alejará aún más del silencio interior que es el objetivo primordial de la
meditación en quietud y silenciamiento.
3.
Discernimientos y descubrimientos psicológicos. Hay un
tercer tipo de pensamientos que surge cuando nos sumergimos en una profunda paz
y silencio interior. Algo así como un discernimiento de una verdad teológica o
un maravilloso descubrimiento psicológico aparece, como un cebo apetitoso, y se
mece delante del ojo de nuestra mente y pensamos: “¡Tengo que tomarme un minuto
para estar seguro de que capto esta fantástica revelación!”. Si este
pensamiento te captura por un lapso de tiempo lo suficientemente largo como
para fijarlo en tu memoria, habrás dejado atrás las refrescantes aguas del
silencio interior. Cualquier pensamiento deliberado te saca de ellas.
La meditación requiere una negación de aquello a lo cual estamos
más apegados, a saber, nuestros propios pensamientos o sentimientos más ocultos,
y su fuente, que es el “Falso Yo”.
Esta forma de ascetismo se encamina hacia las raíces de nuestro
apego a los programas emocionales del “Falso Yo”. Es una manera concienzuda y
encantadora de autonegación, que no necesita ser aflictiva para ser efectiva.
4.
Autorreflexión. Cuando te acomodas en una profunda paz y te
liberas de ciertos pensamientos, puede que surja un deseo de reflexionar en lo
que está sucediendo. Puede que pienses: “¡Por fin estoy llegando a algún
lado!”, o “¡Lo que siento es sencillamente maravilloso!”, o “¡Si tan solo pudiese
hacer una nota mental de cómo llegué aquí para poder regresar cuando quiera!”.
Estos son ejemplos de la cuarta clase de pensamientos. Lo que se te está
presentando es que elijas entre reflexionar en lo que está sucediendo y dejar
pasar la experiencia sin prestarle mucha atención. Si haces esto último,
avanzarás a un silencio interior más profundo. Si reflexionas, sales y tendrás
que comenzar de nuevo. Ya verás como vas a estar “comenzando de nuevo” a
menudo.
La reflexión es dar un paso atrás en la experiencia. Es una
fotografía de la realidad. Tan pronto comienzas a reflexionar sobre una
experiencia, ésta ha concluido. El reflexionar sobre un gozo es un intento de
posesionarse de él, y enseguida se escapa. La tendencia a reflexionar es una de
las cosas más difíciles de manejar en la meditación. Queremos saborear ese
momento de gozo puro, experiencia pura, conciencia pura. Sentimos el deseo de
reflexionar sobre los momentos de profunda paz y unión con el fin de recordar
cómo llegamos allí y por lo tanto, cómo regresar allí. Pero si eres capaz de
dejar ir esta tentación y retornas a la palabra sagrada, pasarás a un nuevo
nivel de liberación, a un gozo más
refinado.
La presencia de Dios es como el aire que respiramos. Puedes tomar
todo el que quieras, siempre y cuando no trates de tomar posesión del mismo y
aferrarte a él.
La meditación es un aprendizaje en sumisión. Nos enseña a través
de nuestros muchos errores a no ser posesivos sino más bien desapegados.
5.
Purificación interior. Cualquier forma de meditación u oración que
trascienda el pensar, pone en marcha la dinámica de purificación interior. Esta
dinámica es la escuela de terapia de Dios. Habilita al organismo para que
libere tensiones profundamente arraigadas, en forma de pensamientos. Por lo general
los pensamientos que resulten de esta terapia surgen sin que uno sepa por qué
ni de dónde vienen. Se presentan con una cierta fuerza o carga emocional. Puede
que se sienta ira intensa, tristeza o miedo que no esté relacionado con el
pasado inmediato. Nuevamente aquí, la mejor solución es regresar a la palabra
sagrada o mantra.
A través de este proceso, el material psicológico sin asimilar de
toda una vida se evacua gradualmente, se desmantela la inversión emocional de
la primera infancia en programas para obtener felicidad basados en los deseos
instintivos, y el “falso yo” le va cediendo el paso al “auténtico yo”.
Una vez que comprendas el hecho de que los pensamientos no sólo
son inevitables, sino que son una parte integral del proceso de curación y del
crecimiento que Dios ha iniciado, serás capaz de mirarlos de forma positiva.
Texto: Thomas Keating
Mente abierta, corazón abierto, p. 170-174
Adaptación: Daniel
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