sábado, 12 de enero de 2019

Cuento 12: Come tú mismo la fruta








A todo el mundo le gustan los cuentos, y son precisamente cuentos lo que iremos presentando: cuentos budistas, cuentos cristianos, cuentos Zen, cuentos asideos, cuentos rusos, cuentos chinos, cuentos hindúes, cuentos Sufí, cuentos antiguos y modernos.
Estos cuentos poseen todos ellos, sin embargo, una peculiar característica: si se leen de una determinada manera, ocasionan un verdadero crecimiento espiritual.

CÓMO LEER ESTOS CUENTOS
 Hay tres modos de hacerlo:
1. Leer un cuento una sola vez y pasar al siguiente. Este modo de leer sirve únicamente de entretenimiento.
2. Leer un cuento dos veces, reflexionar sobre él y aplicarlo a la propia vida. Es una especie de teología que puede practicarse con bastante provecho en grupos pequeños en los que cada miembro comparte con los demás las reflexiones que el cuento le ha suscitado. Lo que se origina entonces es un círculo teológico.

3. Volver a leer el cuento, después de haber reflexionado sobre él. Crear un silencio interior y dejar que el cuento le revele a uno su profundo significado interno. Un significado que va mucho más allá de las palabras y las reflexiones. Esto lleva progresivamente a adquirir una especie de sensibilidad para lo místico.
También se puede tener presente el cuento durante todo el día y dejar que su fragancia o su melodía le ronde a uno. Es preciso dejar hablar al corazón, no al cerebro. De este modo también se hace uno una especie de místico. Y es precisamente con esta finalidad mística con la que han sido escritos la mayoría de estos cuentos.

ADVERTENCIA
¡Cuidado con aplicar el cuento a cualquier persona (un amigo, un vecino, la misma Iglesia) que no sea uno mismo! Si así se hace, el cuento será espiritualmente dañoso. Cada uno de estos cuentos tiene que ver con uno mismo, no con cualquier otra persona.


GLOSARIO
Teología: El arte de narrar cuentos acerca de lo divino. También, el arte de escuchar dichos cuentos.
Misticismo: El arte de gustar y sentir en el corazón el significado interno de dichos cuentos, hasta el punto de ser transformado por ellos.








En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro:


«Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado»

El Maestro le replicó: 

«¿Te gustaría que alguien 
te ofreciera fruta
y la masticara antes de dártela?».


Nadie puede descubrir tu propio significado en tu lugar. 
Ni siquiera el Maestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario