sábado, 18 de abril de 2020

Thich Nhat Hanh: Plena conciencia










No pensar es un arte, y como cualquier arte, exige paciencia y práctica. Encontrar unos pocos minutos para sentarte en quietud es la forma más fácil de aprender a abandonar tu modo habitual de pensar. Cuando te sientas en silencio puedes observar el ir y venir de tus pensamientos y en lugar de rumiar en ellos, dejas que lleguen y se vayan mientras te concentras en la respiración y en el silencio que se ha hecho en ti.

También se puede “meditar caminando”. Caminar es una forma maravillosa de despejar la mente sin intentar despejarla. No dices: “¡Ahora voy a meditar!” o “¡Ahora voy a no pensar!” Te dedicas simplemente a andar, y mientras te concentras en ello, la alegría y la atención plena surgen de manera natural.

Para gozar realmente de tus pasos mientras caminas, deja que tu mente se desprenda por completo de cualquier preocupación o plan. No hace falta que inviertas mucho tiempo y esfuerzo parándote para vaciar la mente. Al inhalar de manera consciente, ya habrás dejado de pensar. Cuando inhalas, das un paso. Mientras inhalas dispones de dos o tres segundos para detener la maquinaria mental. Si la radio del PSP (Pensar Sin Parar) está puesta a todo volumen, no dejes que esa energía huracanada de la dispersión te arrastre como si fuera un tornado. La práctica de la plena conciencia te permite vivir el presente, el único instante en el que la vida y todas sus maravillas son reales y están a tu alcance.

Al principio quizá necesites un poco más de tiempo, tal vez hayas de respirar de manera consciente diez o veinte segundos para vaciar la mente. Puedes dar un paso al inhalar y otro paso al exhalar. Si te distraes, vuelve a llevar suavemente la atención a la respiración.

Diez o veinte segundos no es mucho tiempo. En ese pequeño espacio de tiempo sentirás el goce, la alegría, la felicidad de dejar de pensar. Durante ese tiempo de quietud, tu cuerpo se curará a sí mismo. Tu mente se renovará a sí misma. No hay nadie ni nada que te impida seguir sintiendo la dicha del segundo paso, de la segunda respiración. Tus pasos y tu respiración siempre estarán ahí para ayudarte a sanar.

Mientras caminas, tal vez veas cómo tu mente es empujada y arrastrada de aquí para allá por la antigua y arraigada energía del hábito de la ira o el deseo imperioso. La plena conciencia te permite reconocer esta energía del hábito. Al advertirla, simplemente sonríele y dale un buen baño de plena conciencia, de silencio cálido y espacioso. Esta práctica te permitirá desprenderte de la energía del hábito negativo. Puedes ofrecerte este baño cálido y envolvedor de silencio siempre que lo desees, mientras caminas, estás acostado, lavas los platos, te cepillas los dientes o hacer cualquier otra cosa.

Esta clase de silencio no significa dejar de hablar. La mayor parte del ruido viene de la animada cháchara que mantenemos en nuestra cabeza. Pensamos y volvemos a pensar sin parar, una y otra vez. Aunque esto no significa que no debamos pensar nunca o que hayamos de reprimir nuestros pensamientos, sino que cuando caminamos nos hacemos el regalo de tomarnos un descanso de nuestros pensamientos centrándonos por entero en la respiración y en nuestros pasos. Si necesitamos realmente pensar en algo, dejamos de caminar y ponemos toda la atención en el tema en el que debemos reflexionar.

Caminar y respirar con plena conciencia te permite sentir los milagros de la vida que te rodean, por lo que tus pensamientos compulsivos se desvanecen por sí solos.

Deja de centrarte en tus pensamientos para volver a tu verdadero hogar y vivir el momento presente es una práctica básica de plena conciencia. La puedes hacer en cualquier momento, donde sea, y con ella la vida te resultará más agradable. La práctica de la plena conciencia no requiere meditar sentado u observar las formas externas de la misma. Simplemente consiste en prestar atención y encontrar la quietud dentro de uno. Si no logramos hacerlo, no podemos ocuparnos de las energías de la violencia, el miedo, la cobardía y el odio que hay en nuestro interior.

Cuando tu mente está agitada y llena de ruido, aunque por fuera parezcas estar tranquilo, no es más que pura fachada. Pero si encuentras dentro de ti espacio y calma, desprenderás serenidad y alegría de manera natural. Puedes ayudar a los demás y crear un ambiente más sano a tu alrededor sin pronunciar una sola palabra.

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