Thomas Keating
LO QUE LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA NO ES
El
enumerar aquellas cosas que la oración contemplativa no es, puede ayudar a aclarar y poner en perspectiva lo que sí es.

El
“segundo” aspecto es que la
contemplación no es un don carismático.
Los carismas están diseñados para la edificación de la comunidad. Se puede ser
contemplativo y carismático al mismo tiempo, y una persona puede no ser
contemplativa y haber recibido uno o más de los dones carismáticos. En otras
palabras, no tiene que existir, necesariamente, una conexión entre las dos
cosas.
La oración contemplativa depende del crecimiento de la fe, la esperanza
y la caridad o amor divino, y tiene que ver con la purificación, curación y
santificación de la sustancia del alma y sus facultades. Los dones carismáticos
sirven para la edificación de la comunidad local y pueden haber sido impartidos
a personas que no necesariamente tienen que estar bien avanzadas en el camino
espiritual.
Los
dones carismáticos claramente existen para que se beneficien los demás.
Incluyen la interpretación de las lenguas, la profecía, la curación, la administración,
la palabra de sabiduría y la enseñanza inspirada.
La
tradición católica nos enseña que el camino estrecho y recto de la oración
contemplativa es el más seguro y fiable para lograr llegar a la santidad. Los
dones carismáticos se consideran secundarios o imprevistos en ese camino. El
proceso de transformación depende del crecimiento de la fe, la esperanza y la
caridad o amor divino. La oración contemplativa es el fruto de dicho
crecimiento y lo fomenta.

En
todo caso, cualquier fenómeno de orden psíquico es como la crema que adorna un
pastel, y no podemos sobrevivir sólo con eso. Por lo tanto, no debemos darle
demasiada importancia a los dones psíquicos, ni pensar que la santidad se
manifiesta por medio de fenómenos extraordinarios. La tradición cristiana
siempre ha aconsejado que se eviten dentro de lo posible los dones
extraordinarios, porque es difícil seguir siendo humilde una vez que se han
recibido. Por experiencia se sabe que cuanto más extraordinarios sean los
dones, tanto más difícil resulta desapegarse de ellos.
A
primera vista los poderes extraordinarios, fisiológicos o psíquicos, aparentan
ser cualidades humanas innatas que pueden desarrollarse al practicar ciertas
disciplinas. Debe quedar bien claro que no tienen nada que ver con la santidad
o con el crecimiento de nuestra relación con Dios. Creer que son la prueba de
un gran desarrollo espiritual es un grave error.

Mucho
más fiables que las visiones, locuciones y el proceso de razonamiento son las
impresiones que el Espíritu impregna en la oración, hacia las cuales nos
sentimos continua y suavemente inclinados. La voluntad de Dios no siempre es
fácil de discernir; tenemos que pesar todas sus distintas indicaciones y luego
decidir.
Llegamos
entonces a la cuestión de las gracias místicas. Son las más difíciles de
distinguir porque están demasiado entretejidas con nuestra psique. Al decir
gracias místicas me refiero a la afluencia de la presencia de Dios en nuestras
facultades o su radiante Presencia cuando nos invade espontáneamente. Los
diferentes niveles de oración mística han sido descritos claramente por Santa
Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, e incluyen el recogimiento infundido, la
oración de quietud, la oración de unión, la oración de unión plena, y
finalmente la oración transformadora. ¿Es posible ser una persona contemplativa
y llegar a la unión transformadora sin haber experimentado las gracias místicas
como se han descrito? Estoy convencido de que es un error identificar el
“experimentar” la oración contemplativa con la oración contemplativa en sí, que
trasciende cualquier impresión que se tenga de la presencia radiante de Dios o
de su afluencia en el espíritu.
¿Cuál
es, entonces, la esencia de la oración contemplativa? El camino de la fe pura.
Nada más. No es necesario que la sientas, sino que la practiques.
Mente
abierta, corazón abierto, p. 33-43
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