No pensar es un arte, y como cualquier arte, exige paciencia y
práctica. Encontrar unos pocos minutos para sentarte en quietud es la forma más
fácil de aprender a abandonar tu modo habitual de pensar. Cuando te sientas en silencio puedes observar el ir y venir de tus pensamientos y en lugar de rumiar
en ellos, dejas que lleguen y se vayan mientras te concentras en la respiración
y en el silencio que se ha hecho en ti.
También se puede “meditar caminando”. Caminar es una forma maravillosa de despejar la mente sin intentar despejarla. No dices: “¡Ahora
voy a meditar!” o “¡Ahora voy a no pensar!” Te dedicas simplemente a andar, y
mientras te concentras en ello, la alegría y la atención plena surgen de manera
natural.

Al principio quizá necesites un poco más de tiempo, tal vez
hayas de respirar de manera consciente diez o veinte segundos para vaciar la
mente. Puedes dar un paso al inhalar y otro paso al exhalar. Si te distraes,
vuelve a llevar suavemente la atención a la respiración.
Diez o veinte segundos no es mucho tiempo. En ese pequeño espacio
de tiempo sentirás el goce, la alegría, la felicidad de dejar de pensar.
Durante ese tiempo de quietud, tu cuerpo se curará a sí mismo. Tu mente se renovará
a sí misma. No hay nadie ni nada que te impida seguir sintiendo la dicha del
segundo paso, de la segunda respiración. Tus pasos y tu respiración siempre
estarán ahí para ayudarte a sanar.
Mientras caminas, tal vez veas cómo tu mente es empujada y
arrastrada de aquí para allá por la antigua y arraigada energía del hábito de
la ira o el deseo imperioso. La plena conciencia te permite reconocer esta
energía del hábito. Al advertirla, simplemente sonríele y dale un buen baño de
plena conciencia, de silencio cálido y espacioso. Esta práctica te permitirá
desprenderte de la energía del hábito negativo. Puedes ofrecerte este baño
cálido y envolvedor de silencio siempre que lo desees, mientras caminas, estás
acostado, lavas los platos, te cepillas los dientes o hacer cualquier otra
cosa.

Caminar y respirar
con plena conciencia te permite sentir los milagros de la vida que te rodean, por lo que tus
pensamientos compulsivos se desvanecen por sí solos.
Deja de centrarte
en tus pensamientos para volver a tu verdadero hogar y vivir el momento
presente es una práctica básica de plena conciencia. La puedes hacer
en cualquier momento, donde sea, y con ella la vida te resultará más agradable.
La práctica de la plena conciencia no requiere meditar sentado u observar las
formas externas de la misma. Simplemente
consiste en prestar atención y encontrar la quietud dentro de uno. Si no
logramos hacerlo, no podemos ocuparnos de las energías de la violencia, el
miedo, la cobardía y el odio que hay en nuestro interior.
Cuando tu mente está agitada y llena de ruido, aunque por fuera
parezcas estar tranquilo, no es más que pura fachada. Pero si encuentras dentro
de ti espacio y calma, desprenderás serenidad y alegría de manera natural.
Puedes ayudar a los demás y crear un ambiente más sano a tu alrededor sin
pronunciar una sola palabra.
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