Exteriormente guardamos silencio, pero
interiormente hablamos sin parar.
En nosotros hablan los impulsos
insatisfechos, las necesidades no atendidas; en nosotros hablan las emociones y
los estados de ánimo que no han alcanzado el equilibrio; y en nosotros hablan
también la vanidad y la ambición.
El silencio exterior no nos dice si hemos
aprendido a guardar silencio interiormente y, en caso afirmativo, hasta qué
punto lo hemos aprendido.
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