sábado, 22 de junio de 2019

Ejercicio 12: Repitiendo una palabra o frase: el mantra

Ejercicio 12
Repitiendo una palabra o frase: el Mantra






Hay personas que tienen mucha facilidad para visualizar, y otras que son más de escuchar, y otras más de sentir.

Este ejercicio hacen más referencia a los elementos auditivos, y se sentirán más cómodos aquellos que tienden más a “decirse” las cosas que no a “verlas” o “sentirlas”, aunque es un ejercicio recomendable para todos.

En la mayoría de tradiciones religiosas encontramos la práctica de la repetición  de una palabra o frase (mantra, término hindú cada más de patrimonio común) como medio poderoso de control del pensamiento y de focalización de la atención en una palabra o frase que nos remite a lo Esencial.

El proceso de repetición de una palabra i frase suele seguir tres etapas:

1) Comienza en la lengua, en ser repetida verbalmente.

2) Se va interiorizando, pasando hacia el pensamiento, sin necesidad de pronunciarla oralmente.

3) para acabar interiorizada en el corazón, o centro del yo personal, donde la palabra o frase deja ya de ser un concepto o un significado para convertirse en una Realidad en la que el “pequeño yo” se pierde, como la Muñeca de sal en el Océano.

“¿Y qué mantra repito?”. Depende de cada cual. Es importante que el mantra sea significativo para ti. Por ejemplo, si habitualmente te relacionas con el Absoluto como un Dios personal, puedes repetir el Nombre que utilizas para invocarlo, bien a Él, bien a las mediaciones que te llevan: la tradición cristiana del hesicasmo (del griego hésychia, tranquilidad, quietud), por ejemplo, repite constantemente el nombre de Jesús. O los cristianos, en general, se dirigen a Dios como Padre, o Abbà (utilizando la misma expresión que usaba Jesús).

En cambio, si tienes más dificultades para creer y relacionarte con un Dios Personal que con el Ser de todo, o simplemente, con tu Yo más profundo, es preferible que utilices una expresión que haga referencia a eso último que no otra que suponga una confrontación con tus creencias, como, por ejemplo, “Amor”…, “Luz”…, “Vida”… “Yo soy”…, “Yo”…

Puedes, finalmente, combinar dos o más palabras que te inspiren un solo mantra, como por ejemplo: “Yo soy amor…”, “Yo soy Luz…”, “Dios-Amor…”, etc.

Durante los primeros días, puedes darte un cierto margen para ir probando más de un mantra, pero una vez hayas escogido uno, conviene no cambiarlo durante un buen tiempo, porque buena parte de su eficacia radica en la asociación inconsciente espontánea que vamos estableciendo entre la palabra y la apertura interior de consciencia a La Realidad que significa, de modo que el recuerdo de la primera (la palabra) suscita espontáneamente la vivencia de la segunda (la Realidad).

Una de las ventajas de la repetición del mantra es que no es necesario limitarla a los ratos de meditación explícita, sino que se puede ir repitiendo en muchos momentos del día en los que la mente no está especialmente ocupada y tendería a divagar, como cuando haces algún trabajo manual o caminas o conduces o esperas en la cola, etc. De este modo vas favoreciendo lo que los maestros llaman “el cuidado del pensamiento”, que es un elemento básico para ir haciendo un proceso interior serio.

Al repetir el mantra dirigimos el pensamiento hacia la Realidad y, en la medida en que hemos ido aprendiendo a unir el pensamiento que pronuncia el mantra con el “lugar del corazón” (lo que los maestros llaman “bajar la mente al corazón”), la mera evocación del mantra nos abre el corazón y nos despierta al Esencial.

Pasamos ya a describir en qué consiste esta práctica:

Estás ya sentado tranquilamente, habiendo tomado consciencia de tu cuerpo…
Permaneces ahora unos minutos atento a la respiración, suave, reposada… inspirando… expirando… inspirando… expirando…

Esta atención a la respiración la vas focalizando en el “lugar del corazón” (el corazón de la derecha). Y desde aquí sientes cómo inspiras… expiras…, etc.

Ahora comienzas a pronunciar interiormente tu mantra escogido, al ritmo de la respiración: si consta de una sola palabra, puedes pronunciarla cuando expires; si consta de dos o más, puedes repetirlo entre la inspiración y la expiración. Más que una actividad mental tensa, se trata de hacer como si el mantra se pronunciara a sí mismo y tú simplemente lo dejas resonar en el interior, a pesar de ser consciente.

El último paso es “bajar la mente al corazón”, que consiste en hacer como si el mantra lo pronunciaras con el corazón. No se trata ya tanto de pronunciar el mantra como de vivirlo. De modo que si sientes que el pensamiento se queda más y más quieto y entras en Silencio, en la simple consciencia de ser Aquello que invocas o pronuncias, todavía mejor,  porque esta es la finalidad de todo el proceso previo.

La experiencia común de quienes practican habitualmente este tipo de meditación u oración es que ayuda mucho a ir adquiriendo la consciencia constante de nuestra última Realidad, y nos mantiene despiertos a esta Realidad, presente en todo lugar y en todo momento: como si nos convirtiéramos en el Testimonio silencioso y eterno de nuestra –y de toda- realidad creada.





RECUERDA: periódicamente, voy presentando nuevos ejercicios en la Página Principal del blog. Paralelamente, y para tenerlos disponibles juntos, los voy dejando en la página DESPIERTO Y ATENTO.






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