Ejercicio 12
Repitiendo
una palabra o frase: el Mantra
Hay personas que tienen mucha facilidad para visualizar, y otras que son más de escuchar, y otras más de sentir.
Este ejercicio hacen más
referencia a los elementos auditivos, y se sentirán más cómodos aquellos que
tienden más a “decirse” las cosas que no a “verlas” o “sentirlas”, aunque es un
ejercicio recomendable para todos.
En la mayoría de
tradiciones religiosas encontramos la práctica de la repetición de una palabra o frase (mantra, término hindú
cada más de patrimonio común) como medio poderoso de control del pensamiento y
de focalización de la atención en una palabra o frase que nos remite a lo
Esencial.
El proceso de repetición
de una palabra i frase suele seguir tres etapas:
1) Comienza en la
lengua, en ser repetida verbalmente.
2) Se va interiorizando,
pasando hacia el pensamiento, sin necesidad de pronunciarla oralmente.
3) para acabar
interiorizada en el corazón, o centro del yo personal, donde la palabra o frase
deja ya de ser un concepto o un significado para convertirse en una Realidad en
la que el “pequeño yo” se pierde, como la Muñeca de sal en el Océano.
“¿Y qué mantra repito?”.
Depende de cada cual. Es importante que el mantra sea significativo para ti.
Por ejemplo, si habitualmente te relacionas con el Absoluto como un Dios
personal, puedes repetir el Nombre que utilizas para invocarlo, bien a Él, bien
a las mediaciones que te llevan: la tradición cristiana del hesicasmo (del
griego hésychia, tranquilidad,
quietud), por ejemplo, repite constantemente el nombre de Jesús. O los
cristianos, en general, se dirigen a Dios como Padre, o Abbà (utilizando la
misma expresión que usaba Jesús).
En cambio, si tienes más
dificultades para creer y relacionarte con un Dios Personal que con el Ser de
todo, o simplemente, con tu Yo más profundo, es preferible que utilices una
expresión que haga referencia a eso último que no otra que suponga una
confrontación con tus creencias, como, por ejemplo, “Amor”…, “Luz”…, “Vida”…
“Yo soy”…, “Yo”…
Puedes, finalmente,
combinar dos o más palabras que te inspiren un solo mantra, como por ejemplo:
“Yo soy amor…”, “Yo soy Luz…”, “Dios-Amor…”, etc.
Durante los primeros
días, puedes darte un cierto margen para ir probando más de un mantra, pero una
vez hayas escogido uno, conviene no cambiarlo durante un buen tiempo, porque
buena parte de su eficacia radica en la asociación inconsciente espontánea que
vamos estableciendo entre la palabra y la apertura interior de consciencia a La
Realidad que significa, de modo que el recuerdo de la primera (la palabra)
suscita espontáneamente la vivencia de la segunda (la Realidad).
Una de las ventajas de
la repetición del mantra es que no es necesario limitarla a los ratos de
meditación explícita, sino que se puede ir repitiendo en muchos momentos del
día en los que la mente no está especialmente ocupada y tendería a divagar,
como cuando haces algún trabajo manual o caminas o conduces o esperas en la
cola, etc. De este modo vas favoreciendo lo que los maestros llaman “el cuidado
del pensamiento”, que es un elemento básico para ir haciendo un proceso
interior serio.
Al repetir el mantra
dirigimos el pensamiento hacia la Realidad y, en la medida en que hemos ido
aprendiendo a unir el pensamiento que pronuncia el mantra con el “lugar del
corazón” (lo que los maestros llaman “bajar la mente al corazón”), la mera
evocación del mantra nos abre el corazón y nos despierta al Esencial.
Pasamos ya a describir
en qué consiste esta práctica:
Estás ya
sentado tranquilamente, habiendo tomado consciencia de tu cuerpo…
Permaneces
ahora unos minutos atento a la respiración, suave, reposada… inspirando…
expirando… inspirando… expirando…
Esta
atención a la respiración la vas focalizando en el “lugar del corazón” (el
corazón de la derecha). Y desde aquí sientes cómo inspiras… expiras…, etc.
Ahora
comienzas a pronunciar interiormente tu mantra escogido, al ritmo de la
respiración: si consta de una sola palabra, puedes pronunciarla cuando expires;
si consta de dos o más, puedes repetirlo entre la inspiración y la expiración.
Más que una actividad mental tensa, se trata de hacer como si el mantra se
pronunciara a sí mismo y tú simplemente lo dejas resonar en el interior, a
pesar de ser consciente.
El último
paso es “bajar la mente al corazón”, que consiste en hacer como si el mantra lo
pronunciaras con el corazón. No se trata ya tanto de pronunciar el mantra como
de vivirlo. De modo que si sientes que el pensamiento se queda más y más quieto
y entras en Silencio, en la simple consciencia de ser Aquello que invocas o
pronuncias, todavía mejor, porque esta
es la finalidad de todo el proceso previo.
La experiencia común de
quienes practican habitualmente este tipo de meditación u oración es que ayuda
mucho a ir adquiriendo la consciencia constante de nuestra última Realidad, y
nos mantiene despiertos a esta Realidad, presente en todo lugar y en todo
momento: como si nos convirtiéramos en el Testimonio silencioso y eterno de
nuestra –y de toda- realidad creada.
RECUERDA: periódicamente, voy presentando nuevos ejercicios en la Página Principal del blog. Paralelamente, y para tenerlos disponibles juntos, los voy dejando en la página DESPIERTO Y ATENTO.
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