EL EXPLORADOR
El explorador había regresado junto a
los suyos,
que estaban ansiosos por saberlo todo
acerca del Amazonas.
Pero ¿cómo podía él expresar con
palabras la sensación
que había inundado su corazón cuando
contempló
aquellas flores de sobrecogedora belleza
y escuchó los sonidos nocturnos de la
selva?
¿Cómo comunicar lo que sintió en su
corazón
cuando se dio cuenta del peligro de las
fieras
o cuando conducía su canoa por las
inciertas aguas del río?
Y les dijo: «Id y descubridlo vosotros mismos.
Nada
puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales».
Pero, para orientarles, les hizo un mapa
del Amazonas.
Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en
el Ayuntamiento.
E hicieron copias de él para cada uno.
Y todo el que tenía una copia se
consideraba
un experto en el Amazonas,
pues ¿no conocía acaso cada vuelta y
cada recodo del río,
y cuán ancho y profundo era,
y dónde había rápidos y dónde se
hallaban las cascadas?
El explorador se lamentó toda su vida
de haber hecho aquel mapa.
Habría sido preferible no haberlo hecho.
Cuentan que Buda se negaba
resueltamente a hablar de Dios.
Probablemente sabía los
peligros de hacer mapas para expertos en potencia.
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