sábado, 28 de septiembre de 2019

Willigis Jäger: ¡Descálzate!

¡Descálzate!


Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés dijo:
- Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable:
cómo es que no se quema la zarza.
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar,
lo llamó desde la zarza:
-  Moisés, Moisés.
Respondió él:
-  Aquí estoy.
Dijo Dios:
-  No te acerques. Quítate las sandalias de los pies,
pues el sitio que pisas es terreno sagrado.
(Ex. 3, 2-5)




¿Cómo puede el hombre vaciar su espíritu? Solo cuando el espíritu está desnudo puede comprender su propia naturaleza. Si Moisés no podía acercarse a la zarza sin quitarse los zapatos ¿no tendrías tú que liberarte antes de los pensamientos causados por la pasión para poderte acercar al Uno que está más allá de todos los pensamientos y conceptos? Abandona todo lo que te impida tener una experiencia sin imágenes de la realidad. Dios no está en los conceptos ni en las imágenes. Esto es lo que nos dice Evagrio Póntico (s. IV) en varios textos. En un espíritu lleno de imágenes no hay lugar para ese fondo originario, Dios. Sin la experiencia contemplativa no hay un conocimiento real de Dios. En este momento, en esta figura frágil, en este lugar, yo soy una expresión única e insustituible de esa realidad. El viejo paradigma decía: Somos seres humanos que hacen una experiencia espiritual. El nuevo paradigma dice: Somos seres espirituales, que hacen esa experiencia humana, o bien, somos “vida divina”, limitados por esa forma.

Para Evagrio, la catarsis del alma consiste en una liberación de todas las pasiones y una liberación del espíritu de todas las representaciones como condición para el retorno del hombre al fondo originario del que se había alejado. El “vaciarse” es condición para la unión, y cualquier idea o imagen lo impiden. Corresponde a la persona purificarse mediante la ascesis. La purificación produce una subida a niveles  cada vez más sutiles. El fin es una limpieza total del espíritu de todas las imágenes.
¡Descálzate! Evagrio reivindica con esta expresión una imagen del hombre totalmente distinta. Abandona el viejo esquema que dice que el espíritu está en el cerebro, en la inteligencia y en el sistema nervioso. Ese fondo originario, nuestra verdadera naturaleza, es una conciencia que no está encerrada en el cuerpo. Es tan amplia como el cosmos. Ese fondo originario no tiene nada que ver con nuestra conciencia racional. Es la potencia pura, el vacío cuántico, que se expresa en todo tipo de formas de naturaleza material, psíquica e intelectual. “Yo soy el que soy”. En ese “Yo soy” se encierra todo. Nada existe fuera. Yo soy una varilla totalmente individual de ese “abanico” de la realidad.
¡Descálzate! Somos una pieza de ajedrez totalmente individual en la que juega el fondo originario. Pero tenemos que tener en cuenta que somos los jugados, que existe algo mucho más amplio que juega en esa figura. El jugador y la figura con la que juega son uno. Dios mismo juega como esta figura que soy yo.
¡Descálzate! Tú eres una nota individual en esa “sinfonía de Dios” y tienes que sonar como esa “música de Dios”. La nota se apaga; sin embargo, la música que somos nosotros, la sinfonía, sigue sonando más allá de nuestra muerte. Somos los instrumentos de un gran músico. Somos vida divina que hace esta experiencia humana. Somos vida divina que se ha encarnado, que se ha hecho persona humana, que se ha encerrado en esa forma. Como en Jesús, este principio divino se ha hecho persona humana en cada uno de nosotros.
Descálzate y camina desnudo ante la zarza ardiente de la vaciedad. El universo no es más que un “campo de conciencia que llamamos Dios”, que continuamente se está materializando. Él se crea como nuestra forma humana y como el universo; quiere ser hombre en esta forma. Esta es la única razón por la que estoy aquí. Somos un paso de baile insustituible de ese bailarín que es Dios, único, singular, absolutamente importante. Somos los bailados. Dios se baila a sí mismo en ese paso de baile que soy yo.
¡Descálzate! ¡Compréndete de un modo totalmente distinto! Tu vida es un rito en el que Dios, esa realidad primigenia, se celebra a sí mismo.
¡Descálzate! No tengas a Dios por un objeto de culto. Él no quiere ser adorado en este monte o en el otro, sino que quiere ser conocido y vivido. Él es un proceso que llega a la perfección en nosotros y a través de nosotros. Nosotros, tal como somos, somos la culminación de lo divino que se manifiesta en el árbol como árbol, en el animal como animal, en el hombre como hombre. Nosotros somos “hombres-Dios”. ¡Solo quien ve arder la zarza, solo quien aprende a mirar por detrás de la estructura de su yo, se ha descalzado! La religión del mañana o nos conduce al nivel místico o no podremos saber cuál es el significado de nuestra vida. El hombre de mañana sobrepasará la barrera racional. Y cuando despierte, despertará al amor. Este conocimiento primigenio nos dice a los hombres que solamente en ese fondo primigenio encontramos sentido y significado para nuestra vida. Ante Dios no hay ningún más tarde sino solamente un ahora intemporal.
¡Descálzate! ¡Sé plenamente humano! Lo que el hombre llama “persona” es una persona falsa. Esta persona se vive a sí misma como una escisión de esa realidad primigenia. Utilizamos un lenguaje engañoso porque decimos “yo he nacido”, cuando en realidad deberíamos decir: ELLO ha nacido en mí. Nacer solo nace ese fondo originario. “Solo el Señor nace”, dice Bhagavad Gita.
A nosotros nos gusta considerar nuestro yo como algo independiente, como un núcleo, lo que somos en lo más íntimo. Al mismo tiempo nos vamos dando cuenta de que no disponemos de una situación del yo duradera.
El filósofo Thomas Metzinger desconfía del yo. Tiene razón al decir que estamos encerrados en el “túnel del yo”. El yo vivido conscientemente es un producto de nuestro cerebro; lo que nosotros consideramos verdadero no es nada más que un yo virtual en una realidad virtual. Debemos salir del “túnel del yo” para experimentar quiénes somos en realidad. Nuestra verdadera identidad está detrás. ¿Qué permanece cuando ya no domina nuestro yo? Lo que nos queda es lo que verdaderamente somos. Queda el fondo originario. ¡Descálzate! Deja fuera tus representaciones de un Dios; entonces experimentarás el “Yo soy”, que está más allá de todas las palabras e imágenes.


Contemplación, un camino espiritual, p. 37-43






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