¡Descálzate!
Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés dijo:
- Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable:
cómo es que no se quema la zarza.
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar,
lo llamó desde la zarza:
-
Moisés, Moisés.
Respondió él:
-
Aquí estoy.
Dijo Dios:
-
No te acerques. Quítate las sandalias de los pies,
pues el sitio que pisas es terreno sagrado.
(Ex. 3, 2-5)
¿Cómo puede el hombre vaciar su espíritu? Solo cuando el
espíritu está desnudo puede comprender su propia naturaleza. Si Moisés no podía
acercarse a la zarza sin quitarse los zapatos ¿no tendrías tú que liberarte antes de los pensamientos causados por la
pasión para poderte acercar al Uno que está más allá de todos los pensamientos
y conceptos? Abandona todo lo que te impida tener una experiencia sin
imágenes de la realidad. Dios no está en los conceptos ni en las imágenes. Esto
es lo que nos dice Evagrio Póntico (s. IV) en varios textos. En un espíritu
lleno de imágenes no hay lugar para ese fondo originario, Dios. Sin la
experiencia contemplativa no hay un conocimiento real de Dios. En este momento,
en esta figura frágil, en este lugar, yo soy una expresión única e insustituible
de esa realidad. El viejo paradigma decía: Somos seres humanos que hacen una
experiencia espiritual. El nuevo paradigma dice: Somos seres espirituales, que hacen esa experiencia humana, o bien,
somos “vida divina”, limitados por esa forma.
Para
Evagrio, la catarsis del alma consiste en una liberación de todas las pasiones
y una liberación del espíritu de todas las representaciones como condición para
el retorno del hombre al fondo originario del que se había alejado. El
“vaciarse” es condición para la unión, y cualquier idea o imagen lo impiden.
Corresponde a la persona purificarse mediante la ascesis. La purificación
produce una subida a niveles cada vez
más sutiles. El fin es una limpieza total del espíritu de todas las imágenes.
¡Descálzate! Evagrio reivindica con esta
expresión una imagen del hombre totalmente distinta. Abandona el viejo esquema
que dice que el espíritu está en el cerebro, en la inteligencia y en el sistema
nervioso. Ese fondo originario, nuestra verdadera naturaleza, es una conciencia
que no está encerrada en el cuerpo. Es tan amplia como el cosmos. Ese fondo
originario no tiene nada que ver con nuestra conciencia racional. Es la
potencia pura, el vacío cuántico, que se expresa en todo tipo de formas de
naturaleza material, psíquica e intelectual. “Yo soy el que soy”. En ese “Yo soy” se encierra todo. Nada existe
fuera. Yo soy una varilla totalmente individual de ese “abanico” de la realidad.
¡Descálzate! Somos una pieza de ajedrez
totalmente individual en la que juega el fondo originario. Pero tenemos que
tener en cuenta que somos los jugados, que existe algo mucho más amplio que
juega en esa figura. El jugador y la figura con la que juega son uno. Dios mismo juega como esta figura que soy
yo.
¡Descálzate! Tú eres una nota individual en
esa “sinfonía de Dios” y tienes que sonar como esa “música de Dios”. La nota se
apaga; sin embargo, la música que somos nosotros, la sinfonía, sigue sonando
más allá de nuestra muerte. Somos los
instrumentos de un gran músico. Somos vida divina que hace esta experiencia
humana. Somos vida divina que se ha encarnado, que se ha hecho persona humana,
que se ha encerrado en esa forma. Como en Jesús, este principio divino se
ha hecho persona humana en cada uno de nosotros.
Descálzate
y camina desnudo ante la zarza ardiente de la vaciedad. El universo no es más
que un “campo de conciencia que llamamos Dios”, que continuamente se está
materializando. Él se crea como nuestra
forma humana y como el universo; quiere ser hombre en esta forma. Esta es la
única razón por la que estoy aquí. Somos un paso de baile insustituible de ese
bailarín que es Dios, único, singular, absolutamente importante. Somos los
bailados. Dios se baila a sí mismo en ese paso de baile que soy yo.
¡Descálzate! ¡Compréndete de un modo
totalmente distinto! Tu vida es un rito en el que Dios, esa realidad
primigenia, se celebra a sí mismo.
¡Descálzate! No tengas a Dios por un objeto
de culto. Él no quiere ser adorado en este monte o en el otro, sino que quiere
ser conocido y vivido. Él es un proceso que llega a la perfección en nosotros y
a través de nosotros. Nosotros, tal como somos, somos la culminación de lo
divino que se manifiesta en el árbol como árbol, en el animal como animal, en
el hombre como hombre. Nosotros somos “hombres-Dios”. ¡Solo quien ve arder la
zarza, solo quien aprende a mirar por detrás de la estructura de su yo, se ha
descalzado! La religión del mañana o nos conduce al nivel místico o no podremos
saber cuál es el significado de nuestra vida. El hombre de mañana sobrepasará
la barrera racional. Y cuando despierte, despertará al amor. Este conocimiento
primigenio nos dice a los hombres que solamente en ese fondo primigenio
encontramos sentido y significado para nuestra vida. Ante Dios no hay ningún
más tarde sino solamente un ahora intemporal.
¡Descálzate! ¡Sé plenamente humano! Lo que
el hombre llama “persona” es una persona falsa. Esta persona se vive a sí misma
como una escisión de esa realidad primigenia. Utilizamos un lenguaje engañoso
porque decimos “yo he nacido”, cuando en realidad deberíamos decir: ELLO ha nacido en mí. Nacer solo nace ese
fondo originario. “Solo el Señor nace”, dice Bhagavad Gita.
A
nosotros nos gusta considerar nuestro yo como algo independiente, como un
núcleo, lo que somos en lo más íntimo. Al mismo tiempo nos vamos dando cuenta
de que no disponemos de una situación del yo duradera.
El
filósofo Thomas Metzinger desconfía del yo. Tiene razón al decir que estamos
encerrados en el “túnel del yo”. El yo vivido conscientemente es un producto de
nuestro cerebro; lo que nosotros consideramos verdadero no es nada más que un
yo virtual en una realidad virtual. Debemos salir del “túnel del yo” para
experimentar quiénes somos en realidad. Nuestra verdadera identidad está
detrás. ¿Qué permanece cuando ya no domina nuestro yo? Lo que nos queda es lo
que verdaderamente somos. Queda el fondo originario. ¡Descálzate! Deja fuera tus representaciones de un Dios; entonces
experimentarás el “Yo soy”, que está más allá de todas las palabras e imágenes.
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