sábado, 16 de noviembre de 2019

Willigis Jäger: Por el camino de la ejercitación espiritual



Willigis Jäger
Por el camino
de la ejercitación espiritual



Todo está en constante movimiento. Nada es estable, nada perdura. Lo sabemos y, sin embargo, la mayoría del tiempo corremos como con anteojeras por la vida y creemos que lo auténtico todavía está por venir.
Pero si nos internamos en un camino espiritual, reconocemos inmediatamente nuestra caducidad y experimentamos al mismo tiempo cuánto estamos apegados a las cosas, cuánto nos vemos atrapados por las pasiones y por la avidez, y cuánto corremos sin cesar tras nuestras representaciones e ideas de la felicidad, sin reconocer que todo ya está dado, pues la plenitud de nuestra vida está en el aquí y ahora.
Saber acerca de nuestra caducidad nos llena de miedo. Sentimos nuestra alienación de la vida e intentamos recomponer los añicos de nuestro yo con ayuda de programas psicológicos.
Pero por un camino de ejercitación espiritual no se procede a recomponer nada. Antes bien, ese camino nos conduce hacia el fondo, allí donde no hay división alguna. Por ese camino no puede alcanzarse nada: la consigna es, simplemente, llegar a donde ya estamos y somos, y donde siempre estábamos y éramos. Nos abrimos a lo que es. Por eso, el camino no es el hacer, sino el ser.
Se trata de salir hacia nuestra verdadera esencia. Nuestra verdadera esencia es vacía, omnipresente, silenciosa y pura. No obtenemos nada para añadirle. Sólo despertamos. El camino hacia ahí pasa por una praxis espiritual que nos apoya en el desasimiento, hasta que ya no estamos apegados a nada. La transformación se opera en nuestro interior y nos posibilita una forma totalmente nueva de vivir el momento.
No podemos esperar de nuestro yo que abandone tan contento su dominio. Pero justamente esto es lo que exige de nosotros todo verdadero camino espiritual. Por eso, en el zen decimos: muere en tu cojín.
“Tienes que nacer de nuevo”, dice Jesús. ¡Muere y deviene! Pues en la medida en que nuestro pequeño yo muere –ese angustiado, desesperado, agresivo, oportunista y demasiadas pocas veces jovial conglomerado de procesos psíquicos- podemos acceder a nuestro verdadero ser y experimentar confianza, alegría y certidumbre en el oscilar propio de nuestra cambiante vida. De este proceso surge un yo nuevo, fuerte, que vive a partir de ese fondo primordial.
Esto se dice con facilidad, pero en la realidad se presenta mucho más difícil. Cuando el médico comunica a un paciente que tiene cáncer, cuando alguien pierde una pierna en un accidente, cuando las personas pasan a necesitar cuidados continuos, cuando los padres pierden a un hijo, entonces estas palabras adquieren un significado totalmente distinto, un significado trágico. Ninguno de nosotros, si es sincero, puede dar un “sí” de corazón a todas las situaciones de su vida.
Tampoco se nos exige: lo que se nos exige es aceptar la situación que no podemos transformar. En la aceptación de lo que no podemos cambiar se cifra el auténtico proceso de transformación.

Sabiduría eterna, p. 18-20

No hay comentarios:

Publicar un comentario