La atención es el punto de
partida y el corazón de todos los caminos espirituales. La vida atenta se basa
en el reconocimiento de que la realidad sólo puede experimentarse en el aquí y
ahora. La práctica de la atención es indispensable para llegar a tener contacto
con esa realidad. Nos enseña a hacer con una presencia total lo que hacemos
siempre.
La atención es la práctica más
importante y, al mismo tiempo, la más difícil en el camino espiritual; es
expresión de la sabiduría suprema, como muestra esta historia zen:
Un hombre preguntó al maestro
Ikkyu: “Maestro, ¿puedes escribirme
algunas reglas fundamentales de la sabiduría suprema?”. Ikkyu tomó inmediatamente
un pincel y papel y escribió: “Atención”. “¿Eso es todo?”, preguntó el hombre.
“¿No quieres añadir algo más?”. E Ikkyu escribió: “Atención, atención”.
Visiblemente molesto, el hombre preguntó de nuevo si aquello era todo.
Entonces, Ikkyu tomó otra vez el pincel y escribió: “Atención, atención, atención”.
En el fondo, en el camino
espiritual no hacemos nada especial: intentamos llegar al momento y hacernos
uno con aquello que en ese momento hacemos. Pero la vida sólo tiene lugar en
este instante. La práctica de la atención nos lleva de nuevo al momento. Es una
interrupción constante de la actividad del yo. Entonces ya no somos arrastrados
por el torrente de la costumbre.
Cada momento de nuestra vida es
una comunión con esta realidad primordial a la que hemos dado el nombre de
“Dios”. Dios sólo puede experimentarse en este momento. El poeta cristiano
Angelus Silesius escribió: “Piensas, oh necio, que verás a Dios y su luz; nunca
lo verás si no lo ves hoy”.
El “sacramento del momento” es la
capacidad de estar alerta en todo lo que se hace. Por eso, la atención tiene un
gran valor en todas las escuelas espirituales. El caminar consciente,
ejercicios físicos como los del yoga, el qigong y el tai-chi, los movimientos
giratorios de los sufíes, las posturas de oración, todo ello ancla la
consciencia en el aquí y ahora.
Nuestra única posición en este
mundo es el ahora, en el que se manifiesta esa realidad primordial que llamamos
Dios, vaciedad, Brahmán, Alá. Vivir una espiritualidad significa practicar la
atención en todas las dimensiones de la vida.
De lo que en última instancia se
trata, realmente, es de ser hombre en este preciso momento. Sólo existe el
momento. ¡No olvides el momento actual!
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