sábado, 11 de mayo de 2019

Anselm Grün: Silencio: estar presente en sí






En Elogio del silencio, obra a la que pertenece el siguiente texto de Grün, nos sitúa en el auténtico ámbito del silencio. El silencio es más que ausencia de palabras. “Es un ámbito en el que cada uno de nosotros está plenamente en sí”. Es una premisa para la transformación personal y, al mismo tiempo, un primer paso a lo largo del camino interior. Como camino espiritual, el silencio consta de tres fases: el encuentro consigo mismo, el desprendimiento o liberación, y la unidad con Dios y con uno mismo.

 “En cada uno de nosotros hay un ámbito en el que reina una paz absoluta, un ámbito libre de los pensamientos ruidosos, libre de preocupaciones y deseos. Es un ámbito en el que cada uno de nosotros está plenamente en sí. Ese ámbito, no perturbado por ningún pensamiento, es para el Maestro Eckhart lo más valioso que hay en el ser humano, el punto en el que puede tener lugar el verdadero encuentro con Dios. A ese ámbito tenemos que acceder. Se trata de un ámbito que no tenemos que crear, pues ya existe; lo único que ocurre es que está oculto por nuestros pensamientos y nuestras preocupaciones. Si acondicionamos ese ámbito de silencio que hay en nosotros, podemos encontrar a Dios tal como es. Entonces ya no nos aferraremos a nosotros y a nuestros pensamientos, sino que nos liberaremos totalmente, nos dejaremos caer en el secreto de Dios que nos transporta. Entonces no dictaremos a Dios cómo debe encontrarnos, sino que estaremos abiertos a su llegada, como tiene previsto.
Aunque tengamos a punto ese ámbito del silencio que hay en nosotros, no podemos forzar una experiencia de Dios. Sólo podemos percibir vacío y oscuridad.  (…)
Dejamos todas las expectativas: la de una experiencia intensa de Dios y la de unos sentimientos placenteros. Dejamos nuestras imágenes y representaciones, dejamos incluso lo que somos.
A Dios no tenemos que mostrarle nada: ni pensamientos edificantes ni sentimientos piadosos. Estamos, sencillamente, delante de él y guardamos silencio. Mantenemos nuestro corazón vacío en su presencia para dejar que nos colme de su amor indecible e indescriptible con palabras. Guardamos silencio delante de Dios y esperamos. No sabemos si Dios vendrá y nos acogerá. Sólo sabemos por la fe que Dios está ahí, aunque no lo experimentemos. Persistir y esperar, mantener también la no-experiencia en la oración, abandonar la tierra firme de los pensamientos y las imágenes, entregarse al amor de Dios, abrirse a la presencia de Dios, sin tener la certeza de que vamos a percibir algo de ella…: en eso consiste el silencio.
Es un silencio de la experiencia y, a la vez, de la no-experiencia; un silencio henchido de sensibilidad para con la proximidad de Dios y un silencio vaciado de todos los pensamientos y sentimientos humanos; un silencio que se desentiende de sí mismo y de toda búsqueda de la experiencia y se abandona, confiado en los brazos de Dios”.



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