Raimon Panikkar
Palabra y Silencio
Cuando la palabra deja de ser el éxtasis
del silencio, se convierte en inauténtica. Cuando
separo la palabra del silencio, sólo me queda la palabrería. El hombre deberá responder de
cualquier palabra que no sea un sacramento, que no sea una encarnación del
silencio, porque estas palabras no tienen ningún valor.
"En el principio Fue la Palabra". Ahora bien, el principio es el
silencio. De hecho, es del
silencio -del Padre, o incluso de la Nada en algunas tradiciones espirituales-
que surge
la Palabra. Y, por tanto, cuando se rompe la relación
entre silencio y palabra, cualquier palabra deja de ser la portadora de tanto
se vale qué; es vacía o mentirosa.
El silencio auténtico, con toda seguridad,
no es una ausencia de palabra. Pero,
¿con qué tipo de palabra se relaciona? ...
con la palabra primordial.
La palabra es auténtica cuando proviene del
silencio. Tenemos esta
extraordinaria afirmación de san Ireneo (s. II): "Del silencio del Padre
surgió la
Palabra del Hijo”. La palabra surge
del silencio. La palabra y el silencio son las dos caras del misterio de la
Trinidad. Hay un
adagio árabe que dice: “Si tus palabras no valen más que tu silencio, calla”. El
éxtasis del silencio es la palabra.
Toda palabra debe ser sacramento, debe
causar lo que explica; cuando no
lo logra se ve desprovista de fuerza, de eficiencia. Si uno no se encarna en lo que dice,
las palabras no tienen ninguna fuerza. La
palabra, cuando es verdaderamente palabra, es revelación.
El silencio no debe confundirse con el
mutismo; el silencio no es una
simple "ausencia de palabra", sino el lugar de gestación de la
palabra. Por ello la
espontaneidad que viene de las profundidades, corresponde al silencio interior. Hoy nos encontramos en una situación
de inflación verbal en todos los campos que favorece esta superficialidad de la
que somos víctimas.
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