Ejercicio 11
Río que desemboca en el mar
Te propongo esta imagen:
Una vez que ya te sientes tranquilo y relajado, créate la
imagen de un río que te guste y te inspire especialmente, sea real o
imaginario…
Contempla el color y la transparencia de sus aguas, el
cauce por donde circulan, la rapidez o placidez de su movimiento, la vida que
hay en su interior, la vida que brota en sus márgenes…
Imagina que tú flotas encima, y dejas llevar,
confiadamente, por sus aguas amables… rio abajo… pasando por diferentes
paisajes, cada uno único en su belleza… aceptando dejar el anterior atrás para
poder acoger y contemplar la belleza del siguiente…
Imagina ahora que te sientes tan identificado con el río
que es como si te disolvieras en él, convirtiéndote en el mismo río… bajando…
río abajo…plácidamente… seguro… confiado… tranquilo… feliz…
Estás en la llanura, cada vez más cerca del mar, y tus
aguas se ensanchan, y se vuelven todavía más tranquilas, más serenas…
Vas llegando al extenso mar y tus aguas se van perdiendo…
plácidamente…
El mar te acoge amable y gozoso y tú te abandonas
confiadamente…
Te expandes… eres ilimitado… eres el mar mismo,… inmenso…
infinito… silencioso…
Permaneces ahora en este Silencio ilimitado… que lo
incluye todo, que lo abarca todo. Más allá de tu fantasía… la Realidad…
Probablemente conoces el cuento de la Muñeca de sal, que tiene buena
relación con este ejercicio:
Dice que había una muñeca que era toda ella de sal y que vivía en el
interior de un gran país.
Un día oyó hablar de una cosa que le resultó del todo desconocida y
completamente atrayente: el Océano.
Hasta el punto que decidió ponerse en camino para conocerlo, aunque le
costara semanas y semanas de difícil caminar, sólo animada por el deseo de
conocer a aquel ser fascinante: el Océano.
Recorrió miles y miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin,
llegó al mar.
Quedó fascinada por
aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta
entonces.
«¿Quién eres tú?», le preguntó al mar la muñeca de sal.
Con una sonrisa, el mar
le respondió: «Entra y compruébalo tú
misma».
Y la muñeca se metió en
el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que
apenas quedó nada de ella.
Antes de que se
disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:
«¡Ahora ya sé quién soy!».
RECUERDA: periódicamente, voy presentando nuevos ejercicios en la Página Principal del blog. Paralelamente, y para tenerlos disponibles juntos, los voy dejando en la página DESPIERTO Y ATENTO.
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