Ejercicio 20
Yo soy tú
Antes de proponerte un nuevo ejercicio, quiero
referirme a una distinción que hace la tradición hindú. Esta tradición señala
tres “caminos” (margas) para llegar a
la “realización” espiritual:
Karma-marga, o camino de la acción desinteresada:
este camino pone el acento en actuar sin aferrarnos al éxito o fracaso de
nuestra actividad –a partir de las expectativas que nos habíamos hecho-. Este
camino purificaría el ego en tanto que no le permite asirse a los frutos de su
acción.
BhaKti-marga, o camino de la devoción: este camino
parte de la consciencia de dualidad que tiene la persona humana, que se siente
diferente y separada de la Divinidad, y que pretende establecer una relación
amorosa y de mutuo conocimiento. Supone, por tanto, un Yo y un Tú en diálogo.
Jñana-marga, o camino del conocimiento: este camino
parte de la situación de ignorancia
radical en que se encuentra el individuo que se cree separado del Absoluto, y
que necesitará un proceso de atención y discriminación
continuados que le llevarán a disipar el velo de la ignorancia para que
aparezca, radiante, la única Realidad, esencial y multiforme, de la cual él
también “forma parte”, o mejor, es una expresión individual única.
Este camino pondrá un acento especial en la meditación, entendida como estado
permanente de atención y discriminación, que nos haga caer en la cuenta del
error que supone dar consistencia de realidad
separada a los objetos de nuestra percepción, y que con un constante “neti,
net” (“no es Eso, no es Eso”) remita nuestra atención a un “más allá”
desconocido, que acabará revelándose como el fundamento de todo y a la vez la
expresión creada de este fundamento, constituyendo una única Realidad.
Pasando ya al ejercicio de hoy, explico primero
un conocido cuento oriental:
Dice que vuelve el amado a casa de la amada,
después de largo tiempo sin verla, y, con el corazón deseoso, llama a la puerta
con insistencia.
-
“¿Quién
es?” –responde una voz, desde el interior.
-
“Soy
yo, tu amado. ¡Ya estoy aquí, después de tanto tiempo!” –contesta el amado con
impaciencia.
-
“No
puedes entrar” –responde la voz del interior.
-
“¡Ábreme,
por favor, que soy yo, y me muero de deseo de verte!”.
-
“No
puedes entrar” –recibe por respuesta.
El amado marcha
desconcertado, y vuelve a la semana siguiente para repetir el mismo diálogo:
-
“¿Quién
hay?”
-
“¡Soy
yo! Ábreme, por favor!”
-
“No
puedes entrar”.
El amado no entiende
nada y, totalmente confundido y desconcertado, decide marchar a digerir su pena
en compañía de los ascetas solitarios del bosque, donde se entrega
completamente a la meditación durante un tiempo. Pasado el cual, vuelve de
nuevo a casa de su amada, donde la escena se repite.
-
“¿Quién
hay?”
-
“Ábreme,
que soy tu”.
Y al
instante la puerta se abrió y su amada lo recibió con los brazos abiertos, diciéndole
con ternura:
“Ahora sí que puedes entrar: aquí no había lugar para dos”.
“Ahora sí que puedes entrar: aquí no había lugar para dos”.
Este
cuento nos da la clave del ejercicio:
-
Comienza,
como siempre, con respiraciones profundas y la toma de consciencia corporal…
-
Ahora,
respirando suavemente, evoca interiormente la presencia del Absoluto, más allá
de toda sensación, pensamiento o sentimiento, y en cada respiración, repite
suavemente en el lugar del corazón:
“Soy Tu” –como
dirigiéndote a Él afirmando tu no-dualidad con Él. Permanece así el tiempo que
desees…
-
Haz
ahora un paso más: imagina que tú estás en silencio y que la voz que resuena en
tu interior es precisamente la del Absoluto que te dice con inmensa ternura y
amor: “SOY TU”. Disfruta de este
diálogo el rato que quieras…
-
Posiblemente
te verás empujado a entrar en un Silencio que abandona toda palabra, en el que
ya no hay un Yo ni un Tu separados, porque el Amor los une en una misteriosa No-Dualidad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario